jueves, 19 de mayo de 2011

El comienzo de mi nueva no vida

Llega el esperado fin de mi condena, tras 100 años sirviendo en el castillo de proa en el Holandés. Aún recuerdo cuando y como llegué allí, aunque débilmente. Yo servía en la tripulación del ventura y un día después de una larga jornada náutica como contramaestre, cayó de súbito la noche, una noche horrible, de terrible tormenta y tumultuoso oleaje; de pronto, mientras hablaba plácidamente con la capitana en su camarote, el navío frenó en seco, sentí como si me cogiesen por los tobillos y me zarandeasen bruscamente sin separar los pies del suelo. Revelé las ordenes de mi capitana tal y como me indicó, ella pensó que habíamos encallado en un arrecife, lo cual sería muy probable puesto que el calado del ventura es muy profundo. La tripulación actuó siguiendo al pie de la letra las instrucciones de la capitana y aun así no nos movimos del lugar. De repente la mar cobró sospechosa tranquilidad, y cuando quisimos darnos cuenta unos bastísimos brazos ventosos, aún más extensos que el palo mayor, se apostaban erguidos cercando el barco, inmóviles, durante unos minutos, convirtiéndose estos, en los minutos más largos de mi vida. Cuando se consumieron esos minutos, aquellos enormes brazos, se abalanzaron sobre la cubierta del barco, dividiendo a este en dos.

Perdí la conciencia  durante largo tiempo, supongo. Poco a poco me fui recuperando, cuando pude por fin abrir los ojos, me percate de que estaba flotando aferrado a un trozo de madera que por el color, parecía del escritorio de la capitana, mire a mi al rededor y vi que aquel molusco titánico y fétido ya no estaba, y tambien me fijé en que no había sobrevivido ninguno de mis compañeros. En ese momento pensé que navegaría a la deriva hasta morir de hambre, de sed, o devorado por los tiburones, pero súbitamente, emergió un gigantésco navío, con un cruel acabado, de las profundidades oceánicas. me lanzaron un cabo y aferrándome a él me subieron al barco y me sentaron en la borda. De entre las sombras, oí como aparecía una figura reotorcida, de pies pesados, manteniendo una firme mirada se aproximó a mi, y a medio palmo de mi acongojado rostro me preguntó:
''¿Temes a la muerte?''

1 comentario:

  1. Está narrado con un lenguaje muy sofisticado. Enganchada quedé de principio a fin. En cuanto a la pregunta, valoro mi vida, pero no le tengo miedo a la muerte, sé que algún día llegara, la espero pacientemente.

    P.D: Tienes una nueva seguidora.

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